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No en Boy Scouts

Un envío gentileza de nuestro amigo Rodrigo Longo



NUEVA YORK (AP) — Después de una revisión confidencial de dos años, los Boy Scouts de Estados Unidos reafirmaron enfáticamente el martes su política de excluir a los homosexuales de esa asociación de niños exploradores, descartando cualquier cambio pese a implacables campañas de protesta de algunos críticos.


Un comité especial de 11 miembros, integrado por líderes del grupo en 2010, "llegó a la conclusión de que esta política es absolutamente la mejor política para los Boy Scouts", dijo el vocero nacional de la organización, Deron Smith, a The Associated Press.


Smith afirmó que el comité, integrado por ejecutivos profesionales de los exploradores y voluntarios adultos, fue unánime en su conclusión, preservando una política de larga data que fue ratificada por la Corte Suprema en el 2000 y ha sido controversial desde entonces.


Como resultado de la decisión del comité, la junta ejecutiva nacional de la organización no tomará ninguna otra acción en respuesta a una resolución presentada recientemente que solicita reconsiderar la política.


Los Boy Scouts no identificaron a los miembros del comité especial pero dijeron en una declaración que representaban "una diversidad de perspectivas y opiniones".


"La revisión incluyó conversaciones francas e investigaciones y evaluaciones extensas, tanto dentro como fuera de la organización", dijo la declaración.


El director ejecutivo de los Boy Scouts, Bob Mazzuca, sostuvo que la mayoría de las familias de los niños apoya la política, que se aplica tanto a los líderes como a los niños exploradores.


http://voces.huffingtonpost.com/2012/07/17/boy-scouts-gays-miembros_n_1679638.html?utm_hp_ref=politica

Unos minutos, toda una vida



por María Martínez López
Fuente: Alfa y Omega

El hospital San Juan de Dios, de Barcelona, ayuda a familias cuyo hijo morirá a poco de nacer

De repente, todos los preparativos de una pareja que espera con ilusión a su hijo se frenan en seco: el bebé morirá al poco de nacer. Muchos padres, en esta situación, se sienten abandonados. Los médicos les recomiendan abortar, o se desentienden de un niño no viable. Pero «quienes dicen que no hay alternativas no han visto las caras de esos padres un mes después. Se mezclan –cuenta la doctora Ana Martín Ancel– el dolor por haber perdido un hijo, y la alegría por haberlo querido, por haberlo dejado entrar en sus vidas, por haberlo acompañado durante una vida corta, pero muy intensa. No lo cambiarían por nada».

La doctora Martín Ancel es neonatóloga del Hospital San Juan de Dios, de Barcelona, que es centro de referencia para estos casos. No se trata sólo de dejar que los padres cojan o bauticen a sus hijos, o de darles cuidados paliativos para que no sufran. «Eso ya está bastante desarrollado» y se hace en todos los hospitales con unidades especializadas de neonatología. A esto, en San Juan de Dios le añaden un trabajo parecido al de los hospice perinatales: centros que, además de hacer que el bebé no sufra y esté cómodo, ofrecen una atención integral durante el embarazo, el parto y su corta vida. Esta labor «está en mantillas en todo el mundo, no sólo en España». Llevan tiempo trabajando así, y ahora preparan un protocolo que se ponga en marcha cuando el niño tiene problemas muy graves, o nace antes de la semana 22.


El primer paso es la comunicación, pues los padres «tienen que entender el problema de su hijo, y cómo va a evolucionar». Doña Ana no habla de niños no viables, porque «ese bebé, ahora, está vivo. Sus padres pueden acompañarle, y el hospital va a estar con ellos». A partir de ese momento, un equipo interdisciplinar de ginecólogos, neonatólogos, psicólogos, trabajadores sociales y otros especialistas se vuelcan en ayudarles, adaptándose a cada caso concreto. Incluso, si una familia de fuera de Cataluña acude a este centro de referencia y quieren dar a luz allí, les ayudan a instalarse temporalmente.

En estos embarazos, las ecografías no son sólo una prueba. Son momentos especiales, «una de las pocas veces que esos padres ven a su hijo. Por eso, pueden estar más tiempo, traer a los hermanitos...» También les animan a reforzar el vínculo con su hijo hablándole, o jugando con él dentro de la tripa. Así, podrán tener recuerdos bonitos de ese bebé.




El momento del hola y el adiós


Todo culmina en el nacimiento, «el momento de conocer y despedirse de su hijo. Les preguntamos qué ropita le quieren poner, si quieren tomarle las huellas, o hacerle fotos. Deciden ellos, pero les orientamos porque, a veces, están agobiados y no se les ocurre».


Los médicos también analizan qué medios técnicos harán falta. Si no hay ninguna posibilidad de supervivencia, el parto es no invasivo, sin monitorización ni cesárea. Lo que no falta es cariño: hay manga ancha para que la madre esté acompañada por quien quiera, y se les adjudica una comadrona que sólo esté pendiente de ellos. Si el niño sobrevive unas horas o días, pueden tenerlo en una habitación individual, o incluso, a veces, llevárselo a casa, con los cuidados necesarios.


Minutos, horas o días, ese niño y sus padres los vivirán intensamente. Y «no hacen falta más medios, sino sensibilidad para organizar así lo que hay». En San Juan de Dios no atienden más que unas pocas decenas de casos así al año, pero esperan que esta labor se extienda, «y más gente se pueda beneficiar. Los padres tienen derecho a esta aproximación», a disfrutar cada segundo de la vida de su hijo.



No tengáis miedo. Papá está aquí


«Todo está listo en el quirófano. Médicos, enfermeros, estudiantes universitarios». Los padres «no han tenido ninguna duda: Son nuestras niñas. Saben desde el comienzo que sus hijas vivirán tan sólo pocos minutos: están unidas por el tórax, comparten un solo corazón, y salvarlas es imposible. La mayoría piensa que esto no debería estar sucediendo, porque los marcará para toda la vida, porque tenían que abortar, porque es absurdo. Hasta que Keela y Kaya nacen. Abrazadas. Ochocientos gramos cada una.
El padre pregunta: -¿Puedo cogerlas?, y empieza a acunarlas. Las niñas apenas respiran. Estoy aquí, no tengáis miedo. Papá está aquí... Se hace un gran silencio. Caen algunas lágrimas. Estaba aconteciendo algo tan verdadero que nos cambió a todos los que estábamos en esa habitación. Estábamos contemplando la belleza del Misterio».


Así comienza el reportaje que la revista Huellas dedica al Hospice Perinatal de la Universidad Columbia, de Nueva York. Su iniciadora, la neonatóloga Elvira Parravicini, compartirá su experiencia en el Meeting de Rimini, que se celebra del 19 al 25 de agosto.
El proyecto nació en 1996, cuando Elvira volvió a un equipo de diagnóstico prenatal que había dejado porque «la propuesta por defecto era abortar». El jefe, proaborto, le pidió que volviera, y ella pensó: «Tú, Señor, me quieres allí. Volveré, voy a sufrir, pero por lo menos sufro con estos niños que no pueden ni siquiera nacer». El primer caso fueron dos madres que esperaban hijos con trisomía 18, y no querían abortar. Elvira se hizo cargo. «Ese niño –explica– nos es dado. Sólo Quien nos lo ha dado sabe a dónde va». Su único objetivo era «que las vidas de esos niños fueran maravillosas, y que sus padres pudieran ser padres hasta el fondo».


Como los de Keela y Kaya. Las bautizó la misma Elvira: -Yo te bautizo, Keela... El padre la agarró del brazo: -¡Cuidado! Ella es Kaya.


La mirada de ese padre sobre sus hijas es la de Dios. Sólo Él nos ama así. Uno por uno.

Bárbara Castro García, Madre Coraje



Gentileza de nuestro amigo, Rodrigo Longo (Córdoba)

Su vida corre casi paralela a la de Chiara Corbella -a quien ya muchos italianos conocen como la beata Chiara. Las dos son madres, a las dos les descubrieron un tumor maligno en la lengua durante su embarazo y las dos eligieron proteger a su hijo aunque ello supusiera retrasar el tratamiento que podía vencer a su enfermedad. Chiara -28 años- fue enterrada hace dos semanas. El funeral de la española Bárbara Castro García ha sido el sábado 7 de julio en Córdoba.


Apenas un día después de la muerte de su mujer, Ignacio Cabezas atiende sereno la llamada de Gaceta.es, y no porque la profesión de Bárbara Castro -periodista en la delegación de medios del obispado de Córdoba- le haya hecho ser comprensivo con la prensa, sino porque siente que la temprana muerte de Bárbara -31 años- ha sido en cierto sentido “para esto. Para dar testimonio”.


Y merece la pena conocer la historia de este matrimonio que nació el 19 de septiembre de 2009, después de once años de noviazgo. “Estábamos locos por casarnos y, una vez casados, deseábamos muchísimo ser padres. Recuerdo el día que supimos que Bárbara estaba embarazada; estábamos los dos desayunando en una cafetería con una sonrisa boba imposible de borrar”.

Tenían la vida que siempre habían deseado y así vivieron, “en un sueño”, hasta que el 15 de julio de 2010 el diagnóstico médico cayó sobre ellos como una losa. “Bárbara llevaba un tiempo quejándose de una llaga en la boca. Por fin fue al dentista, que nos mandó al maxilofacial. Allí le dijeron que no tenía muy buena pinta”.

Era necesario hacer pruebas, iniciar tratamientos... y todo ponía en peligro a Barbarita, la niña que venía en camino. “Mi mujer dijo desde el principio que nuestra hija nacería el día que Dios quisiera, ni uno antes”. Solo se le pudo practicar una pequeña intervención en la lengua que le provocó, además, “dolores que ni siquiera imaginaba que existían”.


Ni un vaso de agua


La llegada al mundo de su hija, el 1 de noviembre de 2010, fue un oasis de alegría y paz en medio del desierto de la enfermedad. Pero solo una semana después los dolores se hicieron más fuertes. La pequeña se quedó con sus abuelos y Bárbara viajó a Madrid junto a su inseparable marido. El cirujano maxilofacial que les atendió no les dio muchas esperanzas. “No sé cómo has podido llegar hasta aquí. Voy a hacer todo lo que pueda, pero la situación es muy seria”.

Llegaron la operación - “se quedó casi sin lengua y sin una parte de la mandíbula. Desde entonces no pudo tragar ni un vaso de agua y se alimentaba por una sonda en el estómago”-, las sesiones de quimioterapia, los dolores...

Cuenta Ignacio que Bárbara y él intuían ya que su historia, su sufrimiento, serviría para dar testimonio, para hacer ver a los demás la fuerza que da el amor de Dios. Rezaban mañana y noche y soñaban con el final del desierto de sufrimiento. Pero juntos.

Ahora Ignacio recuerda aquellos duros momentos en una carta dirigida a su esposa: “Presentía que íbamos a sufrir mucho, que sería muy duro y probablemente muy largo, pero también te garantizaba que, por muy duro que fuese, más tarde yo me iba a encargar de que fueras la persona más feliz del mundo, que todo esfuerzo merecería la pena, que disfrutaríamos de nuestra hija y que nos teníamos que preparar para un tiempo indefinido y horrible. ¡Ganaremos vida mía, ganaremos! Hoy nos queda lo más difícil: buscarle sentido a todo esto que nos ha pasado”.


Invencible


Y, por difícil que pueda parecer, Ignacio lo ha encontrado. “He sentido una fuerza de fe que no había sentido nunca. Me siento invencible”, asegura con la serenidad que le da saberse sujeto por Dios - “me tiene agarrado y no me quiere soltar”- y con el dulce recuerdo de haber compartido su vida con una mujer “que ya sabía que era especial”.

Dice que ella dio su vida por amor. “Hacia su hija, hacia mí y hacia Dios”. Ahora, confiesa, solo le preocupa poder “honrarla como ella merece”.

Bárbara Castro García (1981-2012), madre coraje. Descanse en paz.